Archivo de diciembre, 2023

LA DESTRUCCIÓN DE UN ESTADO NACIONAL

Posted in Uncategorized on diciembre 29, 2023 by vitamilitiaest
Edificio de la calle Alcalá 44, sede de la Secretaría General del Movimiento de donde han sido retirados el yugo y las flechas que estaban en su fachada

  LA DESTRUCCIÓN DE UN ESTADO NACIONAL

“Una nación adquiere el sello político de su personalidad cuando crea un Estado a su servicio. El Estado al servicio de la nación es el Estado Nacional”.

Blas Piñar

“La monarquía cristiana, responsable y profundamente arraigada en los corazones, ofrece el contraste más brutal con el engendro nacido del liberalismo: el rey constitucional. En él se quita al rey lo que constituye la dignidad de los hombres: la responsabilidad de sus actos. Y se le convierte en un fantasma, un juguete de los partidos, el cuño en manos de un ministerio de mayoría, la burla del pueblo”.

Karl von Vogelsang

   Se acaba de cumplir el 50 Aniversario del magnicidio del Presidente Luis Carrero Blanco, iniciándose con ese cobarde asesinato una oscura etapa de la reciente historia de España que algunos han denominado el «Lustro Negro»; también dentro de pocos días se cumplirá el 47 aniversario de la aprobación de una perversa y diabólica ley que marcaría el inicio en nuestra Patria de un asombroso proceso de involución y de descomposición a todos los niveles, estamos hablando de la Ley de Reforma Política, sancionada por el Perjuro el 4 de enero de 1977 violando por completo la legislación hasta entonces vigente, ya que suponía la voladura y la liquidación de todo un sistema jurídico-político e institucional que tuvo su origen en una Cruzada y en una Revolución Nacional; es difícil de creer que con Carrero Blanco vivo ello hubiera sido posible, al menos con esa aparente facilidad con la que todo se desarrolló a partir de su asesinato… 

   Entre el 20 de Noviembre de 1975 -muerte del Caudillo y Fundador del Estado del 18 de Julio-, y el 15 de Junio de 1977 -elecciones generales y restauración de la partitocracia-, tuvo lugar la destrucción del Régimen jurídico-político de Francisco Franco y del Estado Nacional instaurado durante la Cruzada de Liberación Nacional de 1936-39; comenzaba la liquidación de toda una gigantesca Obra de Estado sin parangón en toda la historia de la Europa contemporánea (y no digamos de la España moderna), efectuada e iniciada dicha empresa criminal y traidora de demolición por los mismos herederos y albaceas testamentarios -después de jurar todo lo jurable en vida del Caudillo-, del Estado Nacional del 18 de Julio. Pero antes de la demolición de las instituciones heredadas del franquismo, previamente hubo una labor de liquidación doctrinal iniciada ya en la segunda mitad de los años 50 principalmente, acelerándose a una velocidad cada vez más creciente, y ya a cara descubierta, a partir de mediados de los años 60. Decía Blas Piñar, que “las Instituciones del Estado Nacional, creadas por la Constitución del 18 de Julio (las Leyes y Principios Fundamentales del Nuevo Estado), pero vaciadas primero de contenido y transformadas después en arietes demoledores de sus conquistas, en instrumentos hábiles para la sustitución y el cambio radicales. ‘El atado y bien atado’ (en palabras del propio Franco en 1969)se respetaba, pero hipócritamente, porque se invertía su contenido; y todo aquello que se tejió y ató con esmero y con esperanza para que fuese garantía de continuidad en el futuro, fue precisamente el resorte que se empleó para desmantelar la obra inolvidable de Francisco Franco”. Ese ariete demoledor fue la Ley para la Reforma Política sancionada por el traidorzuelo Felón un 4 de enero de 1977; un auténtico golpe de Estado efectuado desde la propia legalidad franquista pero camuflado de “reforma” del sistema jurídico-político del 18 de Julio (1). Esa presunta reforma acabaría por convertirse en una ruptura brutal, el Estado Nacional iba a ser demolido para ser sustituido por el Estado Liberal; la Monarquía católica, tradicional, social y representativa instaurada por el Estado del 18 de Julio y sus Leyes Fundamentales sería sustituida por una especie de República coronada, una Pseudo-monarquía burguesa, liberal, partitocrática, de alma y base puramente masónica, materialista, total y netamente antiespañola y antitradicional (cuando no contratradicional, como ocurre ya en nuestros días cuarenta y pico años después). De la noche a la mañana los acontecimientos se precipitaron de manera vertiginosa hacia un caos verdaderamente desastroso; el Gobierno Perjuro de Adolfo Suárez, tan aficionado a desacralizar y a parodiar fiestas sagradas en su proceso de demolición, dada la naturaleza claramente diabólica de su «reforma política», hace su primera declaración programática en favor de la reforma-ruptura el 17 de Julio, precisamente en el XL Aniversario del Alzamiento Nacional (17-VII-1976); escoge la fecha simbólica del 1º de Abril, justo en su XXXVIII Aniversario, el «Día de la Victoria» en la Cruzada, para liquidar de un plumazo el Movimiento Nacional así como de todos los organismos que de dicha Institución dependían (1-IV-1977); en la madrugada del Viernes Santo el gigantesco símbolo del Yugo y de las Flechas que presidía el edificio de Alcalá 44 en Madrid, sede de la Secretaría General del Movimiento Nacional, es desmontado con nocturnidad y alevosía (8-IV-1977); el Sábado Santo se legaliza el Partido Comunista liderado por el siniestro genocida Santiago Carrillo (9-IV-1977)… Con razón algunos han calificado el período 1973-1978 como el «Lustro Negro», es decir, la sucesión de acontecimientos aberrantes y subversivos que hubo en España a lo largo del quinquenio que va del asesinato del Almirante y Presidente del Gobierno Luis Carrero Blanco en diciembre de 1973, a la maldita Constitución atea, antinacional y masónica de diciembre de 1978 que, curiosamente, entró en vigor en la festividad del Día de los Santos Inocentes (aunque luego, por razones más que obvias, se promulgaría al día siguiente, el 29 de diciembre, para no hacerla coincidir con la conmemoración del genocidio perpetrado casi dos mil años atrás por Herodes en Belén contra niños menores de dos años, aunque todo llegaría…); período de temible degradación donde se certificaría la destrucción definitiva del Estado Nacional y donde se iniciaría un nuevo Finis-Hispaniae en el que hoy nos encontramos ya plenamente. Citando nuevamente a Blas Piñar, “el ordenamiento jurídico fundamental cuyo destino era conservar lo ganado y estimular para nuevas ganancias, lejos de ser atadura que lo garantizase, ha sido atadura para sofocar a la Nación. Y es lógico, porque, así como el fuego, según quien lo maneje, sirve para calentar e iluminar o para incendiar o cegar, así la cuerda según quien la utilice -y ya sabéis a quienes me estoy refiriendo- lo mismo puede servir para escalar la cúspide de una montaña o para ahorcarse de un árbol cualquiera” (2).

   Los sectores más militantes del Movimiento Nacional, con razón varias veces señalaron la diferenciación entre lo que fue inicialmente el Nuevo Estado surgido del Alzamiento Nacional y de la Cruzada, de lo que luego fue ya el régimen de Franco copado por arribistas, burócratas y chupatintas ya en los años 60 y que se alejaba cada vez más de su punto de origen y de partida; claramente hubo una disrupción entre uno y otro que cada vez se iría agravando y acrecentando más a medida que iba pasando el tiempo. Entre los dos franquismos hablando en términos generales, de aproximadamente un Ventennio de duración cada uno (1936-57 y 1957-77), hubo grandes diferencias en su accionar político y, sobre todo, en el plano cosmovisional y metapolítico. El gran periodista y escritor falangista de la Vieja Guardia, Ismael Herraiz, en un artículo que escribió poco antes de morir en 1969, titulado el “totalitarismo sin rostro”, ya denunció a las claras esa disrupción a la que hemos aludido más arriba: “Acepto, sin graves reparos, la existencia de un monopolio político; pero siempre que se reconozca que el Monopolio I entrega el testigo al Monopolio II a principios de 1957 y que este segundo y aplastante monopolio -de signo diametralmente opuesto al primero- avanza en progresión geométrica creciente y amenaza con arrollarlo todo en la mayor impunidad y en calculado silencio”; esto último en referencia a los tecnócratas del Opus Dei, sin duda ya por entonces el grupo político menos identificado con los ideales viriles y totalistas del 18 de Julio, y no digamos ya con el Movimiento Nacional al que despreciaban y odiaban sin excesivo disimulo. El falangista Ismael Herraiz, poco antes de fallecer en 1969, y que estaba enormemente horrorizado por el proceso de decadencia y de descomposición del Estado del 18 de Julio, calificaba a esta oscura y tenebrosa secta de meapilas liberales, plutócratas y sionistas claramente conectados ya por entonces con el globalismo mundialista neoliberal y anglosajón, como el TOTALITARISMO SIN ROSTRO; de una etapa donde una Falange más o menos desteñida fue algo así como el «primus inter pares» de la coalición del 18 de Julio, pasamos ya a otra donde poco a poco se fue implantando una cosmovisión diametralmente opuesta, claramente abierta al neoliberalismo, la plutocracia y a un desarrollismo consumista-materialista y sin alma; ese fue el modelo tecnocrático-opusdeísta que fue el que realmente inició la liquidación del régimen desde dentro, primero sibilinamente, finalmente ya sin tapujos y a cara descubierta después, incluso ya varios años antes del magnicidio del Almirante y Presidente del Gobierno Luis Carrero Blanco (20-XII-1973) que, dicho sea de paso, fue el verdadero mecenas de esa siniestra secta de meapilas desde 1957…

   Haciendo una interpretación mítica, metapolítica y metahistórica de Franco y del Nuevo Estado, podríamos enumerar hasta cuatro figuras metapolíticas paradigmáticas a lo largo de los 40 años de duración del Estado del 18 de Julio: El Guerrero, El Misionero o Asceta, El Desarrollista y El Sepulturero (3); cada una, dominó una etapa de su régimen que ya desde sus mismos orígenes se identificó como una especie de Monarquía sin realeza; el Caudillo Franco aparecía como un monarca sagrado continuador de los grandes reyes y caudillos de la gran España pre-moderna. «Alzado sobre el pavés» por sus compañeros de armas el 1 de Octubre de 1936, como si de un nuevo Don Pelayo se tratara y liderando una nueva Guerra de Reconquista, luego vendría la ceremonia gibelina en la Iglesia de Santa Bárbara del 20 de Mayo del Año de la Victoria de 1939, ceremonia místico-religiosa donde el Caudillo fue oficialmente ungido por el Cardenal Primado de España y toda la Iglesia militante, y rodeado de multitud de reliquias y objetos sagrados de nuestra gloriosa tradición hispánica de la que se presentaba como continuador. En cierto modo tenía razón el historiador Juan Pablo Fusi cuando afirmaba con cierta sorna, que el Estado del 18 de Julio originariamente doctrinario hasta la médula acabaría convirtiéndose en el campeón del desarrollismo tecnocrático más desideologizado y más deshumanizado; aunque ciertamente el Concilio Vaticano II (1962-65) sería el tiro de gracia final desde el punto de vista espiritual y metafísico, ya que el mismo deslegitimaría por completo a la Cruzada y al Nuevo Estado surgido de ella, a sus mismos fundamentos filosófico-políticos y doctrinarios.

   

 La etapa dominada por la figura metapolítica del Guerrero, fue una etapa de gran belicismo y de exacerbado militarismo, curiosamente fue en esta franja epocal cuando la Falange gozó de un mayor predominio político e ideológico; estamos hablando de la etapa 1936-1945, etapa que coincide con los años de la Cruzada de Liberación Nacional y de la Segunda Guerra Mundial. La etapa dominada por la otra gran figura metapolítica, la del Misionero o el Asceta, es la etapa del mal llamado «Nacional-catolicismo», una etapa verdaderamente misional de impresionante recatolicización de la sociedad española y de un gran misticismo metapolítico; en estos años que discurren entre 1945 y 1957-59 fue una época de un resurgimiento de la Catolicidad sin igual en toda la historia de la Europa contemporánea, sobre todo tras las destructivas y criminales revoluciones burguesas y liberales de los siglos XVIIII-XIX que arrasaron Occidente y que han acabado conduciéndolo hacia la actual inmundicia postmoderna y transhumanista; fue impresionante la gran cantidad de películas y de obras teatrales de temática religiosa y espiritual que se rodaron a lo largo de esos años principalmente. La subida al poder de los tecnócratas desarrollistas, es decir, de los que venían «a ser eficaces y a clausurar entusiasmos» como diría uno de sus repulsivos protagonistas, pero sobre todo a partir del Plan de Estabilización y Liberalización de 1959, comenzaba una tercera etapa, esta vez con la figura paradigmática del Desarrollista como eje inspirador. Estamos ya en una etapa de gran crecimiento económico e industrial pero, a su vez, de involución política y espiritual; una etapa en la que ya no se nos hablaba de luceros, de poesía, de activismo misional, de Imperio, de Revolución, de Tradición; esta es una etapa de predominio de lo económico sobre lo político y social (y también sobre lo espiritual), una etapa con constantes alusiones a la renta per cápita, al consumismo, al «demonio de la economía» como denunciaría Julius Évola calificándolo como una de las grandes aberraciones de la modernidad, al progreso meramente material e industrial, etc. No es de extrañar que el sector más militante y doctrinario del Estado del 18 de Julio acusara a esta nueva clase política ya en 1964, de «matar el espíritu del 18 de Julio» con la excusa de la liberalización económica y del plato de lentejas de la inversión extranjera y del turismo de masas, aunque luego presumieran de llevar su patente de «catolicidad» en el bolsillo; esta etapa discurrió entre la crisis de 1957-59 y 1969, etapa calificada por algunos historiadores como de «dictadura desarrollista», pero también de degradación y de descomposición política. Entramos ya de pleno en la 4ª y última figura metapolítica, la fase definitiva que marcaría ya la destrucción y liquidación final del Estado del 18 de Julio: El Sepulturero. Esta etapa discurre entre 1969 1977, y que se inauguraría -tras el escándalo económico de Matesa- con el tristemente célebre «Gobierno monocolor», un gobierno copado de tecnócratas del Opus y de propagandistas «católicos» henchidos hasta el tuétano de aggiornamento vaticanista y de baboso gilipollismo liberal y anglo-sionista, y liderado por el tándem Carrero-López Rodó; como símbolo paradigmático del inicio de esta etapa, tenemos el hecho de que tuviera lugar precisamente en el XXXVI Aniversario de la Fundación de la Falange, es decir el 29 de Octubre de 1969; para colmo el recién nombrado como Ministro Secretario General del Movimiento Nacional, Torcuato Fernández Miranda, juró el cargo un día después con camisa blanca, y no con la tradicional (y sagrada) camisa azul de la Falange histórica, algo que incluso por entonces fue considerado por muchos como profundamente herético. Recordemos que tan sólo 7 años después (1976), este maquiavélico, torticero y despreciable personaje fue el verdadero artífice de la Ley de Reforma Política y de la manipulación de las últimas Cortes Orgánicas de Franco para conseguir aprobar su propia autodestrucción (la «Traición de Noviembre», 18-XI-1976). La labor destructiva del Sepulturero había iniciado su andadura que llegaría hasta sus últimas consecuencias, ello hasta llegar al absoluto caos y degeneración actuales donde nuestra Patria ha acabado por convertirse en un gigantesco laboratorio al servicio del Nuevo Orden Mundial y en el estercolero del putrefacto Occidente de los mercaderes; el Sepulturero entendido ya como una figura demoníaca cuyo fin es la destrucción y la desintegración diabólicas, es el encargado de abrir las grietas en la «gran muralla» para, con ello, posibilitar la penetración e invasión de nuestro mundo por parte de las fuerzas infernales y de la disolución mundial.

   Entre las cuatro figuras metapolíticas arriba enumeradas y que se fueron sucediendo la una a la otra en un nivel cada vez más degradativo –El Guerrero (pero con visión espiritual y ascética del mundo y de la existencia), El Misionero-AscetaEl Desarrollista El Sepulturero-, hay que tener en cuenta que sólo las dos primeras pertenecen íntegramente a la cosmovisión tradicional del mundo y que, en germen, ya se encontraban en potencia en el mismo espíritu que animó el sagrado Alzamiento Nacional del 18 de Julio y que alumbró a la maravillosa Cruzada de Liberación Nacional de 1936-39; efectivamente, El Guerrero y El Misionero son dos figuras legendarias y heroicas -míticas- que jamás encajarían dentro de los parámetros de la maldita modernidad con sus pestilentes democracias y sus totalitarismos plutocráticos y mecanicistas, con una subhumanidad de tarados y de degenerados de la peor calaña gobernados por antihéroes y nivelados por lo muy bajo; un submundo de mediocres en el que la verdadera Sabiduría brilla por su ausencia; estamos pues ante dos figuras sagradas que hoy podrían considerarse si no «anacrónicas», sí al menos «ucrónicas»; ni que decir tiene que Franco con su visión ascético-militar de la vida encarnó en su persona y en su accionar plenamente ambas figuras a lo largo de todo el denominado «primer franquismo», y casi nos atreveríamos a decir que ello muy conscientemente, de ahí el odio -e incomprensión- que aún hoy despierta su gigantesca figura -legendaria, mítica, metahistórica- en todo el asqueroso submundo democrático, burgués, igualitario e izquierdista, y no digamos ya en la actual «sociedad líquida» de contrahechos, pervertidos, malnacidos y julandrones. Estamos ya en esos tiempos que hace años denunció Julius Évola: «No veo más que un mundo en ruinas, donde el único tipo de resistencia posible se encuentra en las profundidades de las catacumbas».

   Contrariamente, ante la figura metapolítica del Desarrollista, ya nos encontramos con algo que ya pertenece a los parámetros de la modernidad; una figura fría y desalmada que ya nada tiene que ver con los valores de la Tradición, un ser que ya no se rige por lo Absoluto y que ya no busca desde la cúspide modelar la sociedad sacralmente, virilmente, jerárquicamente, de acuerdo con un verdadero Orden espiritual, ya no busca ni para sí mismo ni para los demás la Verdad, el Honor y la Virtud, sino que dirige la sociedad como si fuera una máquina, como una sucursal bancaria, como una termitera de seres anónimos y atomizados idiotizados por el consumismo; para el Desarrollista todo son números, máquinas, materia, técnica, dinero, cifras, ganancia puramente material; en el fondo es un plutócrata… Claramente estamos ya ante una figura antitradicional, ciertamente subversiva desde un punto de vista ontológico y metafísico. Si Franco desde 1957-59 pareció encarnar esta figura metapolítica -maquiavélica, siniestra-, si quiérase tenuemente, sin duda sólo lo haría muy a regañadientes y muy a su pesar, y en parte debido a la presión de las circunstancias, de los elementos; jamás creyó en un desarrollo material, técnico y económico «químicamente puro» como llegó a decir alguna vez, de hecho nunca dejó de desconfiar de los nuevos economistas tecnócratas; de ahí su oposición inicial al Plan de Estabilización y Liberalización tecnocrático de 1959, así como de la entrada de España en alguno de los organismos mundialistas liberal-capitalistas y plutocráticos (Banco Mundial, Fondo Monetario Internacional, OCDE, etc., en los que acabamos entrando en 1958-59 recién inaugurado el período tecnocrático), así como su animadversión a la total independencia de la economía de la esfera de la política como ocurre en el totalitarismo burgués-liberal (camuflado de «democracia»).

   La etapa dominada por la 4ª y última figura metapolítica es ya una fase claramente regresiva. La etapa de El Sepulturero fue sinónimo de descomposición, de desintegración y disolución, esta etapa discurre durante el denominado «tardofranquismo» (1969-77), es decir cuando en Estado del 18 de Julio escribió su último capítulo derrumbándose por completo tras la muerte de su Fundador y Caudillo. Estamos ante una figura demoníaca, un ente, un parásito injertado en el tronco del sistema que succionó su savia hasta pudrirlo por completo; su accionar y su fin es netamente contratradicional, antiespiritual y antimetafísico. El tardofranquismo ya es una etapa de completa falsificación, tergiversación y manipulación -cuando no caricaturización-, de los ideales que dieron vida al Nuevo Estado, llegando a las consecuencias que denunciara Blas Piñar en 1980: un Estado que se ha desnacionalizado por completo hasta transformarse en un Anti-Estado, y una Nación cada vez más podrida y corrompida totalmente incapaz de vertebrar y de animar un Estado verdadero a su servicio; más adelante aludió a una minoría «que cree en España», cuya tarea sagrada consistiría en restaurar la Nación al mismo tiempo que conquistar y construir un Nuevo Estado (4)… Hoy, en la medianoche de la Edad Más Oscura, en pleno totalitarismo mundialista anti-crístico y sauroniano, en «el final de los tiempos» esto último podrá parecer una quimera o una utopía; esa minoría hoy clama en el desierto como dice el Evangelio, y, en todo caso, su misión trascendental es la de «allanar el camino» y «hacer rectas las sendas» que conducen a la Verdad: «Esforzaos en entrar por la puerta estrecha, pues os digo que muchos intentarán entrar y no podrán» (San Lucas).

FUERZA HONOR Y TRADICIÓN

Iohannes Mons Christus

NOTAS:

1). Tanto fue así, que aquel Gobierno de canallas, traidores y de perjuros capitaneado por el maldito Adolfo Suárez, para intentar meter mejor el tubo con vaselina y, así, poder arrancar el voto afirmativo de la mayoría de los Procuradores y Consejeros Nacionales de las últimas Cortes franquistas para que firmaran su propia autodestrucción, su propia sentencia de muerte; presentó dicha “Ley/Puente levadizo” (Sigfredo Hillers de Luque) como la Octava Ley Fundamental del Estado del 18 de Julio; el colmo de la traición, de la manipulación y de la desvergüenza políticas… Así fue la intrahistoria un día 18 del año 1976, cuando apenas quedaban 48 horas para que se cumpliera el I Aniversario de la muerte del Caudillo: la “Traición de Noviembre”, los “Traidores de Noviembre”. El 18 de noviembre de 1976 el Movimiento Nacional fue abatido por 425 votos a favor de la Ley de Reforma Política, por tan sólo 59 en contra y 13 abstenciones; a nivel de calle, “todavía no se hablaba de cambio. Y mucho menos de ruptura… ¡Todo llegaría!” (Antonio Izquierdo). Años después el viejo héroe falangista de la Vieja Guardia José Antonio Girón de Velasco, que ya desde los años 60 venía denunciando públicamente la temible degradación del Nuevo Estado, recordaría: “no sabía aún que un año después (de la muerte del Caudillo), el Movimiento Nacional caería abatido por los votos de los propios Procuradores en Cortes y Consejeros Nacionales” («Si la memoria no me falla», J.A. Girón, 1994).

2).  «Hacia un Estado Nacional», Blas Piñar, 1980. Este pequeño librito es todo un verdadero tratado -maravillosamente sintetizado- de doctrina, filosofía y teología políticas: «El Estado Nacional propugna el principio monárquico de la unidad de poder frente al absurdo de la división de poderes que introduce la conflictividad permanente en el Estado y suele acabar dando la supremacía soberana al Parlamento. La unidad de poder no se identifica con el absolutismo, pues como decía Vázquez de Mella, el absolutismo está en la ilimitación jurídica, en el desbordamiento de poder, que puede darse en el ejecutivo o en el legislativo en un sistema liberal de división de poderes. La unidad de poder es compatible con la Monarquía (como sucede en la católica, tradicional, social y representativa), con la República (como sucede en las de carácter presidencialista), con la Dictadura (es decir, con el Cirujano de Hierro que puede ser necesario en momentos graves para la vida de un pueblo), y con el Caudillaje (avalado por una vieja tradición española y por los 40 años de régimen franquista)»

   Hay que decir que para Franco la verdadera Monarquía tenía un origen sagrado, celeste; el Rey era el mediador entre Dios y su pueblo, y en su cosmovisión ascético-militar de la vida era imposible que pudiera faltar a unos Juramentos sagrados (luego ya vimos que no fue así…). «El Rey, en consecuencia, desempeña el papel de un doble receptáculo, el de la tierra y el del cielo: es, en efecto, el receptáculo de la vida colectiva del grupo humano, porque es a él a quien está unido y como incorporado el pueblo; pero, por otra parte, es el receptáculo del influjo celeste, de las bendiciones que descienden de Arriba, que él recibe y por él pasan al pueblo» («La Realeza Sagrada, del Faraón al Cristianísimo Rey», Jean Hani. Editorial Sophia Perennis 1998). Decía Julius Évola que «cuando la fórmula “por la Gracia de Dios” es reemplazada “por la voluntad nacional”, ya no es la monarquía, “sino la república travestida en monarquía”. “Una vez la tesis de la voluntad del pueblo origen del poder admitido, no hay más abismo a franquear para alcanzar teóricamente hasta el bolchevismo; nada más que un desarrollo lógico y progresivo de la doctrina. Es entre «por la gracia de Dios» y «por la voluntad nacional» que se encuentra el abismo y es a partir de aquí que se entra en el plano inclinado: toda la historia del siglo XIX es la demostración».

3). «Franco, una interpretación metapolítica» (José Javier Esparza, Razón Española 1999). En este interesantísimo estudio -en el que nos hemos inspirado en parte- sobre la figura de Franco y de su sistema político, J.J. Esparza a las figuras metapolíticas del SoldadoEl Misionero y El Desarrollista, cita además la de El Eje Inmóvil, figura metapolítica en la que se subsumirían las tres anteriores: Franco como columna vertebral, como Axis Mundi del sistema. Sin duda estamos ante uno de los mejores estudios que se han hecho sobre la figura de Franco y de su régimen desde una interpretación de la Derecha política y tradicional.

   «El Sepulturero» (Rodrigo Royo, 1ª edición abril 1976). En dicha obra, el escritor y periodista falangista Rodrigo Royo da a la figura metapolítica del Sepulturero un carácter diabólico, perverso, canallesco y criminal, un ente maquiavélico y destructivo dominado por la mentira, la doblez y cinismo, características de muchos de los «franquistas» que durante el segundo Ventennio empezaron ya a cambiarse de chaqueta e iniciaron su proceso de despegue con respecto a la filosofía política del Nuevo Estado. Rodrigo Royo fue un duro crítico de la deriva tecnocrática y burguesa del Estado del 18 de Julio, así como de la desfalangización del régimen a partir de 1957. Dicha obra, una novela de crítica política, fue finalista del Premio Planeta en 1975 y publicada en su primera edición en abril de 1976, cuando el Estado del 18 de Julio se encontraba ya en pleno proceso de derrumbe y de liquidación: «Franco es la primera víctima del Sepulturero, el hombre que más ha sufrido sus viciosos ataques»… Más adelante dice: «Los tres pecados capitales del régimen son éstos: primero, canceló gratuitamente, a raíz de la crisis de 1957, sus viveros de nutrición (el SEU y el Frente de Juventudes), de alimentación de sus filas con gente de refresco, sin otro beneficiario que el Sistema, que es, a su vez, el que nos ha traído a la calamitosa situación actual», en clara alusión a los tecnócratas del Opus Dei. «Pero la crisis de 1957 no tiene explicación. En 1957 lo teníamos ganado todo… ¿Por qué entonces, precisamente entonces, nos desmontamos de nuestras posiciones y cambiamos tan radicalmente el rumbo, postergando a los más leales y dando paso a los tecnócratas, cuyos objetivos en muchos casos -algunos me lo han dicho a mí, no hablo a lo loco- son el desmontaje del régimen pieza por pieza… Se liquida el SEU y se castra al Frente de Juventudes y no vuelve a incorporarse a la escena política un solo franquista nuevo, un solo hombre nuevo partidario del régimen. Las consecuencias son mortales de necesidad. El caos actual es el cataclismo… La Universidad está plagada de comunistas y las redacciones de los periódicos también. Y no tenemos con qué neutralizarlo. Es un desastre…»; más adelante dice que los otros dos pecados capitales del Estado del 18 de Julio tras fueron la corrupción (más que evidente en el período tecnocrático, aunque ridículo si lo comparamos a los tiempos actuales…), y la persecución y ninguneo a toda disidencia verdaderamente alternativa y patriótica que no quiso plegarse a la dictadura fría y descortés implantada por la Tecnocracia, y a la liquidación del régimen desde dentro.

4). En un brillante discurso pronunciado con motivo de la conmemoración del XXXIII Aniversario de la fundación de la Falange Española, Blas Piñar denuncia el proceso de descomposición del Estado del 18 de Julio que muy pocos advertían por entonces, pero lo cierto es que ya los síntomas eran muy alarmantes en plena fiebre del desarrollismo tecnocrático muy en sintonía con las corrientes deletéreas y subversivas que emanaban del nauseabundo Concilio Vaticano II (1962-65): «Y es precisa esta actuación en la hora presente, porque no nos podemos engañar con el lenguaje romántico de fábula de los que tratan por procedimientos suaves y untuosos de disfrazar las dificultades tremendas de la obra. Es preciso decir con toda valentía y con toda lealtad, la valentía que la lealtad exige, la lealtad en serio, lo que ocurre hoy en nuestra Patria. Estamos asistiendo a un fenómeno progresivo de desnacionalización, de despolitización, de desarme general de nuestro pueblo. Estamos asistiendo con nuestra pasividad al espectáculo vergonzoso de un Estado que abdica de su propia filosofía política que no ha sido solamente fruto de la abstracción o del gabinete de estudios de un hombre que se llamó José Antonio, sino que está construido sobre su sangre y sobre la sangre de los muertos. El Estado no pude ser espectador pasivo de la lucha política; el Estado tiene que ser beligerante en el mejor sentido de la palabra, no al servicio de una política de partido, sino al servicio de la política consustancial con la continuidad histórica de nuestra Patria. El Estado no puede abandonar sus posiciones de Partido. El Estado no puede convertirse en una fría administración, una rápida administración, una limpia, pura y honesta administración. Pero no olvidarlo; la administración solamente es técnica de instrumento al servicio de una política. En otro caso no sería más que un parche, como decía José Antonio, no sería otra cosa que un costurón. La mejor administración política cuando no tiene de política más que el nombre y nada de sustancia, el enemigo con rapidez se apodera de ella y la pone a su servicio. E igual que el armamento y los cañones y los ejércitos de cobardes en que no existe moral en los combatientes; que el mejor armamento se pone al servicio del enemigo que tiene un ideal y que sabe morir combatiendo por esos mismos ideales.

   Por otra parte, estamos asistiendo a un fenómeno de despolitización dirigida desde el Gobierno que aspira a desnacionalizar los sindicatos, afectando a lo sindical y olvidando lo nacional. Y mientras que por una parte se nos pide un lenguaje mucho más demagógico que auténticamente revolucionario, la nacionalización del crédito y de la banca, la nacionalización de las industrias fundamentales, Ia nacionalización de las minas, se aspira a desnacionalizar los sindicatos para que el sindicalismo español vertical y joseantoniano se convierta en un sindicato horizontal de lucha de clases manejado, no por el Estado, no por España, sino manejado por el partido comunista.

   Es el Gobierno, por otra parte, el que al abandonar su propia filosofía política, al convertir su tarea en una pura y simple administración, aun cuando sea rápida y honesta, centralizada y planificada, a veces, por desgracia, es el que no se da cuenta de que se está convirtiendo en una rueda loca y vacía, de una parte porque le atacan los enemigos del Movimiento porque en ese Gobierno y en la fachada formal de un Estado que nació de la Revolución y de la guerra; y de otra parte es también meta y blanco de los ataques de los amigos del Movimiento por las trincheras que va entregando día a día al enemigo. (…)

   Para esto, para que este proceso no continúe, para que el Estado sea fiel a la Cruzada del Movimiento, a la guerra, a la revolución, a su propia fisonomía política; para que sea fiel a aquel pensamiento joseantoniano que quería enraizar el pensamiento revolucionario en las capas más sanas de la tradición española todo el joven impulso, limpio y revolucionario y social de la Falange, para todo esto hemos de pedir señores, que, por lo menos se nos dé la doctrina de los nuestros.

   Yo me atrevería aquí a parafrasear un pasaje de San Lucas, cuando recuerda las palabras de Cristo: «vosotros -decía-matasteis a los profetas y vuestros padres y vosotros, fariseos estáis labrando su sepulcro». Podríamos decir, nuestros enemigos mataron a nuestros profetas, pero sois vosotros, los que aparentáis ser nuestros, los que estáis levantando su sepulcro para que ni siquiera conozcamos sus despojos, no sea que, viendo sus despojos estemos dispuestos a seguir su doctrina. Yo no he venido aquí, lo he dicho muchas veces, a levantar ninguna bandera. Las banderas están levantadas, son vuestras mucho más que mías. Yo he venido a poner mi brazo modesto y mi palabra humilde al servicio de vuestras ideas y de vuestras banderas. Aceptadlas si queréis, pero, en cualquier caso, solo o acompañado, con el Gobierno o sin el Gobierno, en el Movimiento, con la Falange, con la Tradición, con el Ejército, con todas las fuerzas sanas del país, con todo lo que tiene garra y nervio, juventud y coraje, ímpetu y denuedo, yo estaré hasta el último aliento de mi vida. Estoy dispuesto a todo, a entregarlo todo, porque esta España vuestra y nuestra no se me fuera y sobre todo porque no se nos arrebate»(Blas Piñar, discurso del XXXIII Aniversario de la Fundación de la Falange, Casa Sindical de Málaga 29/10/1966).