Archivo de abril, 2023

EL ALFA Y EL OMEGA: DE LA ESPAÑA DE LA CRUZADA A LA ESPAÑA DE LA TECNOCRACIA

Posted in Uncategorized on abril 29, 2023 by vitamilitiaest

«Nuestra España, la España que acaso no exista hoy físicamente, pero que existe en lo Eterno, como las verdades matemáticas, y que volverá a proyectarse en la Historia».

José Antonio

“Decía José Antonio que en el servicio de la Patria debíamos ser mitad monjes y mitad soldados. Virtudes y disciplina. Creer y servir. Devoción de monje y nobleza de soldado. Así fueron los héroes de nuestra Cruzada, los caídos de nuestra Falange y los muertos de nuestro Requeté. Con estas lecciones, cuántas son vuestras obligaciones y deberes cuando en vuestra formación hemos puesto toda nuestra complacencia! El futuro de nuestro Movimiento está en vosotros. No temáis que antes que la antorcha pase a vuestras manos nadie pueda detener nuestra Revolución Nacionalsindicalista. Son muchos millones los interesados en esta gran empresa, contra la que nada pueden los débiles, los cucos o los timoratos. El sol de la Victoria ha salido definitivamente para España”.

Francisco Franco Bahamonde. Arenga a los Camaradas de la Organización Juvenil Española. Pronunciadas en el Campamento de «El Parral» de Burgos, el 2 de octubre de 1961.

“No soy «demócrata» sólo porque la «humildad» y la igualdad son principios espirituales corrompidos por el intento de mecanizarlos y formalizarlos, con el resultado de que no obtenemos pequeñez y humildad universales, sino universales grandeza y orgullo, hasta que un Orco se apodera de algún anillo de poder… y entonces recibimos, como estamos recibiendo, la esclavitud” .

J.R.R. Tolkien

Haciendo un ejercicio de verdadera Memoria Histórica (antidemocrática y antiprogresista, por supuesto), vamos a reproducir un par de textos muy interesantes salidos del puño y la letra del que durante casi 40 años fue el Caudillo de España: el Generalísimo Francisco Franco. Se trata de dos invocaciones del Caudillo, una al Apóstol Santiago, Patrón de las Españas, hecha en la Catedral de Santiago de Compostela en 1948; la otra, ya en el ocaso de su vida y del mismo Estado que él había fundado y construido cimentado con la sangre de tantos y tantos miles de héroes y mártires, consagrando a nuestra Patria al Sagrado Corazón de Jesús, concretamente en el año 1969. Son dos textos practicamente desconocidos, incluso para los que hoy se consideran sus partidarios. Nosotros, que partimos de una cosmovisión tradicionalista del mundo y de la existencia, simplemente hemos considerado importante publicarlos por considerarlos de gran interés a la hora de hacer una exégesis tradicional y metapolítica de los mismos. No somos propiamente “franquistas” puesto que el franquismo no fue ninguna doctrina política o ideología, sino más bien una manera de gobernar; nos interesa del franquismo lo que tuvo de tradicional y de metapolítico en sus mejores momentos, sobre todo en su más remoto albor durante la Cruzada, y es aquí donde surge la leyenda, el mito de los “dos franquismos”, casi como dos Concepciones del Mundo en gran medida antitéticas y contrapuestas que se habrían estado disputando la primacía durante la denominada Era de Franco, y cada una liderando o, mejor dicho, predominando en una u otra etapa; el esquema evoliano Luz del Norte/Luz del Sur también tuvo su manifestación en esta etapa histórica de nuestra Patria y en pleno Siglo XX. Es especialmente en el denominado “primer franquismo” -de 1936 a la crisis de 1956/59 aproximadamente-, el cual desde el punto de vista de la doctrina política y de la weltanschauung tradicional, estuvo mucho más rectamente orientado de lo que sería luego el conocido como “segundo franquismo”, y que surgiría en torno a finales de los años 50 del siglo pasado, donde el Nuevo Estado, el Estado de la Cruzada y de la Victoria, caería víctima de una deriva, de una demoníaca vorágine

tecnocrático-desarrollista, materialista-consumista y economicista que lo condujo lenta pero firmemente hacia su propia autodestrucción; si el “primer franquismo” tuvo primordialmente un carácter anagógico, ascensional; el segundo, en cambio, ya tuvo claramente un carácter descendente, regresivo y catagógico, unos rasgos verdaderamente problemáticos. Aunque no hubo una ruptura política clara entre ambos franquismos (no al menos en el plano de la Jefatura, de las Leyes Fundamentales y de las instituciones), es evidente que a partir de entonces se produjo una alteración evidente en el plano de la filosofía política del propio Estado del 18 de Julio, una involución desde el punto de vista cosmovisional y metapolítico; el Alfa y el Omega del Estado del 18 de Julio y del Movimiento Nacional… Como dijo Blas Piñar en 1976 refiriéndose a esta segunda etapa del franquismo -ya claramente involutiva y disolutoria desde el punto de vista metapolítico y tradicional-, ello con motivo de la conmemoración del XL Aniversario de la Exaltación de Francisco Franco a la Jefatura del Estado: “Un ambiente de subversión ideológica se produjo en España desde que el liberalismo se institucionalizó para la prensa y el espectáculo, con Fraga Iribarne (1966). No había partidos políticos todavía, pero había órganos de expresión al servicio de su equipaje doctrinal, enemigo a muerte, en muchas ocasiones, de los Principios consagrados como inamovibles en que el Estado se inspiraba. Al liberalismo en la prensa y en el espectáculo, con su influencia notable en la mentalidad y en el comportamiento ciudadanos, siguió, en etapas sucesivas, el liberalismo económico, con la tendencia a incorporarnos a una sociedad consumista y capitalista; el liberalismo religioso, que ha permitido la legalización y actuación sin trabas de agrupaciones cuyos postulados doctrinales y éticos contradicen las bases de nuestra comunidad; el liberalismo político, con la vuelta a un régimen de partidos y la inauguración de un periodo constituyente: y el liberalismo, en fin, para al crimen impune de Carrero Blanco y para tantos crímenes a punto de amnistiarse” (1-X-1976). Por esas mismas fechas, Rodrigo Royo, falangista ex-divisionario, héroe de guerra, periodista y escritor, decía en una de sus obras escrita ya durante la Tra(ns)ición (“El Sepulturero”, 1976), que “la crisis de 1957 no tiene explicación… En 1957 lo teníamos todo ganado, se había roto el cerco (mundial, diplomático, comercial, económico)”, preguntándose a continuación que “¿Por qué entonces, precisamente entonces, nos demontamos de nuestras posiciones y cambiamos tan radicalmente el rumbo, postergando a los más leales y dando paso a los tecnócratas, cuyos objetivos en muchos casos –algunos me lo han dicho a mí, no hablo a lo loco- son el desmontaje del Régimen pieza por pieza? Es como si en 1939, cuando Franco acababa de ganar la guerra, hubiese llamado a Azaña y a Negrín y les hubiese dicho: Bueno, señores, yo ya he ganado, así que ahora tomen ustedes las riendas. El poder es suyo”. En la obra citada, que por cierto fue finalista en el Premio Planeta de 1975 (el último año de la Era de Franco), precisamente utilizaba de forma metafórica, simbólica y metapolítica la figura de un Sepulturero para criticar y condenar sin piedad a los nuevos dirigentes economicistas, liberales y plutócratas que se establecieron en el poder a partir de 1957-59 protagonizando el denominado “segundo franquismo”, y que fueron realmente los que destruyeron desde dentro el Estado de la Cruzada y de las Leyes Fundamentales, proceso que se acentuaría aún mucho más tras el harakiri de la Iglesia Católica protagonizado por el Concilio Vaticano II (1962-65); con el mismo la Iglesia renunciaba en gran medida a tener su propia filosofía del Estado al margen de las ideologías infernales derivadas de la subversión moderna y progresista y, por otro lado, iba a significar literalmente el ataque y la condena del Estado surgido de la Cruzada (de forma velada primeramente, descarada después); precisamente a partir de 1965 -final del CV II-, el proceso de degradación del Estado del 18 de Julio se fue acelerando a una velocidad cada vez más creciente y vertiginosa, de tal manera que cuando el Caudillo dejó este mundo el 20 de Noviembre de 1975 el Estado Nacional no era ya nada más que un gigantesco castillo de naipes desprovisto de auténtica vida interior, pura cáscara sin contenido, como el mítico Arbol Seco de las leyendas griálicas y gibelino-imperiales del Medievo; todo ello hasta llegar al no menos vergonzoso harakiri de las Cortes Orgánicas y del Consejo Nacional del Movimiento en la demencial Traición de Noviembre de 1976 que ha acabado convirtiendo a nuestra Patria en el vomitorio y en el estercolero del putrefacto Occidente demoplutocrático, que ya es decir… Fue el historiador Pío Moa quien dijo hace unos años que tras el Concilio Vaticano II el franquismo quedaba definitivamente herido de muerte, y ciertamente así fue cuando precisamente el mismo siempre se había presentado como el último paladín de la doctrina e identidad nacional-catolica y como “reserva espiritual” frente a un Occidente que caminaba hacia la deriva y resueltamente hacia el abismo, como ya denunciara el mismo Caudillo en la Pascua Militar del 6 de Enero de

1975 (1): “En un mundo que va por un camino de anarquía, de violencia y de libertinaje, son mucho más necesarias las tradiciones que conservan fieles los valores del espíritu, porque solamente la disciplina y la unidad pueden combatirlos”.

El primer texto de Franco que presentamos, se trata de la primera Invocación oficial del Caudillo y Generalísimo al Apóstol Santiago, Patrón de las Españas; con previa peregrinación de la Falange desde Roncesvalles, concretamente de las Falanges Juveniles de Franco y la Primera Línea del Sindicato Español Universitario (SEU). Un precioso texto síntesis de Historia Sagrada, de gibelinismo, de metapolítica y de auténtico patriotismo místico y heroico-viril. Entonces (1948) aún estaban muy cercanas las primeras horas de un heroismo sin precedentes con el Alzamiento Nacional, la Cruzada de Liberación, la Revolución Nacional y la Victoria, y los brutales ataques que sufría nuestra Patria tras la derrota de Europa de 1945 y el bestial cerco internacional que nos impusieron los genocidas y criminales vencedores de la II Guerra Mundial, no habían hecho nada más que cohesionar más aún a los españoles y a las fuerzas políticas del 18 de Julio en torno a la gigantesca figura del Caudillo; decía el tradicionalista Luis María Sandoval, en su libro sobre José Antonio Primo de Rivera, que sin duda la “Generación de la Cruzada”, fue una de las generaciones más admirables, heroicas, viriles, sufridas y sacrificadas de toda la historia de la Europa Contemporánea; generación que dicho autor la fecha entre los años 1931 -caída de la Monarquía e instauración de la II República-, y 1945 -finalización de la II Guerra Mundial con la derrota apocalíptica de Europa-. Ciertamente dicha generación sagrada ganó la Cruzada y construyó, no exenta de enormes sacrificios y penalidades, el formidable edificio del Estado de la Victoria. Es en este contexto, en pleno cerco internacional y bloqueo comercial decretado por los vencedores de la II Gran Guerra, cuando el Caudillo invoca al Patrón de las Españas, al Hijo del Trueno fundador espiritual de nuestra sagrada Patria (2); señalar, por otro lado, que fue el Caudillo quien, en plena Cruzada de Liberación Nacional, concretamente en julio de 1937, restauró la Festividad de Santiago Apóstol que la diabólica República masónica y demomarxista había suprimido; a partir de entonces, el Apóstol Santiago será reivindicado por el Nuevo Estado como estandarte de la Unidad Nacional, como símbolo por excelencia de la Revolución Nacional Española: “Serán paradigmáticas las grandes peregrinaciones político-religiosas que se convocan en Santiago durante los Años Santos vinculadas al Ejército, la Falange, los Sindicatos Verticales, los grupos más conservadores y tradicionalistas de la Iglesia, etc., casi siempre con miles de participantes” (Xacopedia). La carga mística, simbólica y metapolítica del discurso de Francisco Franco fue una constante en la cosmovisión del denominado “primer franquismo”, al menos hasta bien entrado la década de los años 50. No hay que olvidar que, desde 1945, España había quedado como una simbólica “isla” rodeada y constantemente amenazada y asediada por las modernas y demoníacas hordas de Gog y Magog, representadas por los vencedores plutocráticos y marxistas de la IIGM.

El segundo texto, se trata de la Invocación que el Caudillo hizo en la Segunda Consagración de España al Sagrado Corazón de Jesús en el Cerro de los Ángeles -centro geográfico de España-, y que para nosotros fue la verdadera al ser efectuada por un auténtico Jefe legitimado por lo Alto, ello al cumplirse el LX Aniversario de la primera, efectuada en 1919 por aquel reyezuelo liberal, vago, degenerado y traidor a España y a la Catolicidad que fue Alfonso XIII; con razón doce años después ese inmundo personaje acabaría huyendo de nuestra Patria acobardado como una inmunda rata de alcantarilla, posibilitando con su huida la instauración de una República perversa, antiespañola, tiránica, masónica y filomarxista ya desde sus mismos orígenes, República que condujo a España a una situación verdaderamente dantesca en tan sólo cinco años de barbarie y salvajismo sin precedentes, frenada con el Alzamiento Nacional, la Cruzada de Liberación y su consiguiente Revolución Nacional capitaneadas por el Caudillo Invicto Francisco Franco, gigantesca figura patria que, ciertamente, revistió caracteres míticos y metahistóricos a lo largo de su vida: con razón el gran Ernesto Giménez Caballero, gran precursor del falangismo, comparó la figura de Francisco Franco durante la Cruzada con la del mítico y legendario Rey David, y luego ya en las postguerra con uno de los grandes genios y personajes más fascinantes de nuestro Siglo de Oro Hispánico y de la Catolicidad toda, el Cardenal Cisneros; «un Cisneros del Siglo XX», lo denominaba él…. El contexto histórico en el que Franco pronunció dicho discurso era ya muy diferente al de 1948: había tenido ya lugar el Concilio Vaticano II que, doctrinalmente, significaría una completa deslegitimación del Estado del 18 de Julio y de su concepción autoritaria y tradicionalista, tanto de la propia Catolicidad como del Estado; por otro lado, el Régimen estaba ya en pleno

proceso de desintegración y de descomposición interna, y ello cuando en teoría ya había cerrado su proceso de institucionalización: En 1967 se aprobó la séptima y última Ley Fundamental del Estado Nacional (“Ley Orgánica del Estado”), y en 1969 Franco nombró a su propio sucesor con el voto masivo a su favor por parte de las Instituciones del Régimen, lo que a la larga vendría a ser el verdadero “tiro de gracia” del propio Régimen con siete años de antelación a la maldita Ley de Reforma Política, criminal ley ésta última precisamente auspiciada y patrocinada por ese mismo sucesor vil, traidorzuelo y más degenerado aún que su abyecto abuelo que salió por piernas en 1931; con razón el historiador Juan Pablo Fusi dijo que el franquismo, que originariamente fue muy doctrinario y nació ideologizado hasta la médula, en su ocaso acabaría haciendo gala del tecnocratismo desarrollista más deshumanizado y/o desideologizado…

El primer Santuario del Sagrado Corazón fue dinamitado y reducido a ruinas por la canalla roja durante la Cruzada, concretamente en agosto de 1936, pasando a llamarse luego por parte de la chusma como el “Cerro Rojo”. Tras la Victoria, en 1944 comenzó la construcción de un nuevo Santuario, inaugurado finalmente por el Caudillo el 25 de Junio de 1965. En esta nueva construcción sagrada aparecen cuatro grupos escultóricos y simbólicos levantados en homenaje a la España Defensora de la Fe, la España Misionera, la Iglesia Triunfante y la Iglesia Militante; todo el conjunto arquitectónico levantado en el centro geográfico de España tiene, pues, un claro simbolismo axial y polar, al mismo tiempo que reivindica un Cristianismo viril, guerrero y militante, la antítesis absoluta de la Contraiglesia de Judas surgida del perverso y criminal CVII: “No crean que he venido a traer paz a la tierra. No vine a traer paz, sino espada” (Evangelio según San Mateo).

FUERZA HONOR Y TRADICIÓN

¡¡¡VIVA CRISTO REY!!!

Joan Montcau

NOTAS

(1) A continuación reproducimos un texto de Blas Piñar, en realidad un pequeño extracto del soberbio discurso que el gran político tradicionalista toledano pronunciara en Montejurra en el XXV Aniversario de la Victoria, en unos momentos en los que el Estado del 18 de Julio ya daba claros indicios de estar preso de un temible estado de degradación doctrinal, moral y espiritual, de incipiente descomposición interna: “Nos hemos reunido aquí, en el veinticinco aniversario de la victoria (01-IV-1964). Fijaos bien que no pongo el énfasis en los veinticinco años de paz, porque nuestra paz no es una paz burguesa, vegetativa, aséptica (aplausos), sino que es una paz enraizada en la victoria. El día primero de abril decía yo a los excombatientes vallisoletanos, y a los españoles que sienten de verdad los ideales de la Cruzada, que nosotros rechazamos esa paz oficial que se nos brinda con palomas que parecen de Picasso (aplausos) y cornúpetos para una fiesta de toros, porque nuestra paz y los veinticinco años de la victoria de un movimiento social, revolucionario y tradicionalista, como el nuestro, exigen carteles inmensos representando victorias aladas, sobre fondos blancos como el armiño, con grandes y rojas cruces de San Andrés, con yugos y flechas en las manos, y con soldados vigilantes que tengan en sus manos aquellas espadas bruñidas de que hablaba José Antonio, y que han sido olvidadas por algunos de los que fueron sus seguidores (gritos de ¡muy bien! y fuertes aplausos), montando incansables su guardia viril a las puertas sagradas de nuestra paz.

No hagáis caso a aquéllos que turbiamente tratan de romper esta sagrada unidad de los combatientes; esta sagrada unidad política de los españoles. Los que azuzaban a la Falange contra vosotros, ya no están con ella. Fueron los teóricos de la Falange, los poetas de la Falange, los intérpretes de la Falange (fuertes aplausos), que se pusieron todas las camisas y todos los gorros y todas las botas e iban a la cama con uniforme, pero que se quitaron todo y se desnudaron o cambiaron de traje, cuando otras brisas corrían por Europa. Hoy, la Falange auténtica, noble, revolucionaria y española, está aquí presente, con el alma (aplausos), porque sabe que todo lo otro era puro mimetismo. Aquí estamos haciendo la auténtica unidad española, en torno a la Monarquía popular, social, católica y tradicional que vosotros defendéis desde hace ciento treinta años y que no puede ser arrebatada por el Liberalismo (gritos de ¡muy bien! y grandes aplausos)”.

(2) “Cuenta la tradición que a Santiago el Mayor, uno de los apóstoles predilectos de Jesús, lo mandó decapitar Herodes Agripa. Sus discípulos recogieron los restos del santo y los trasladaron en una barca sin timón, que Dios guió desde Palestina hasta las costas gallegas, donde fue enterrado.

¡Qué hermosas son las leyendas y cuánto ayudan al creyente!

Lo que bien pudo ocurrir es que al apóstol Santiago el Mayor se le encomendara cristianizar Hispania a la muerte de Jesucristo, hacia el año 40 de nuestra era. El apóstol entró en la Península por un puerto del sur, a donde llegó aprovechando el abundante tráfico marítimo romano. Subió por Portugal y llegó a Iria Flavia, continuando sus predicaciones hacia tierras del Este. Transcurridos unos dos años de su llegada, decidió regresar a Palestina. Al llegar a su patria fue denunciado por los judíos, y Herodes Agripa ordenó que se le decapitara. Sus discípulos traerían a España su cuerpo para enterrarlo. Según una leyenda, éstos pidieron ayuda a la reina Lupa, señora celta de las tierras romanas del Fin del Mundo, para transportar el cadáver desde la costa, y esta para burlarse de ellos les dio dos toros bravos. Cuando los animales llegaron ante el sepulcro se convirtieron en dos bueyes, que llevaron el cuerpo hasta donde se encuentra actualmente.

Sobre la tumba se levantó un mausoleo según el modelo de las necrópolis romanas, formado por una pequeña construcción rodeada de columnas, cuyos restos permanecen en el subsuelo de la Catedral. En el mausoleo también se encontraron otras dos tumbas atribuidas a sus discípulos Atanasio y Teodoro. Eran tiempos turbulentos, y la persecución de los cristianos llevó a que el mausoleo cayera en el olvido, hasta que un oportuno milagro lo hace reaparecer en el siglo IX, cuando empieza la lucha para reconquistar la Península a los musulmanes. Será en este siglo cuando el rey asturiano Alfonso II el Casto lo declare patrono de España. El 25 de julio se instaurará, con carácter nacional, la fiesta del apóstol Santiago” (Diego Laforga Marcos. “El Apóstol Santiago el Mayor, Historia y Leyenda”, 2013).

“Apartáos de mí, malditos, al fuego eterno, que fue destinado para el diablo y sus ángeles”.

Mateo 25, 41.

MEMORIA HISTÓRICA TRADICIONALISTA:

“En este mundo descarriado y anárquico en que nos ha tocado vivir es necesario salvar el tesoro de nuestras virtudes, apartando nuestra juventud de los peligros que la acechan”.

Francisco Franco, 8-XII-1974

INVOCACIÓN DEL CAUDILLO Y GENERALÍSIMO DE LOS EJÉRCITOS FRANCISCO FRANCO AL SANTO PATRÓN DE LAS ESPAÑAS EN LA CATEDRAL DE SANTIAGO DE COMPOSTELA EL DÍA DE SU FESTIVIDAD, 25 DE JULIO DE 1948, AÑO XIII DE LA ERA DEL TRIUNFO:

“Santo Apóstol Santiago: No puede comprenderse el valor y trascendencia de vuestra obra evangelizadora si no recordásemos, aunque sea someramente, las circunstancias que presidieron vuestro indiscutible apostolado en las tierras de España.

Después de ciento dieciséis años de obstinada resistencia. Galicia había caído al fin, como el resto de España en poder del imperio romano. En el monte del Medulio de la provincia de Orense, se entregaron a la muerte como luego en Numancia, los últimos restos de sus guerreros. Niños y mujeres solamente sobrevivieron a la ocupación. En los años de paz que siguieron van a realizarse el vaticinio de los profetas y a cambiar la faz del universo como el más grande y trascendente de los acontecimientos.

Había llegado la hora del nacimiento del Salvador. El matriarcado gallego de herencia celta, se conservaba cuidadosamente en el país, y la idea de un ser supremo, inmortal e invisible era todavía objeto de divinidad y adoración. La inmortalidad del alma, la creencia en otra vida para los justos, habían estimulado a los guerreros para la batalla. Las hazañas de los héroes y las virtudes de los mayores eran cantadas entre este pueblo viril, independiente y sentimental.”

“La resistencia de las mujeres no pudo impedir la captación por el país de los invasores, que acabaron cruzándose con los naturales. La generación de los niños supervivientes a la conquista presidía la vida de la región cuando el Santo Apóstol va a llegar a las tierras de Galicia.

Hacía dos años que una nueva corría de boca en boca, quinientos cristianos huyendo de las persecuciones de Palestina, se habían embarcado en Chipre para España, y llegando a Cartagena se esparcieron por las ciudades, extendiendo la noticia de la muerte y resurrección de Jesucristo, las grandes virtudes de su Madre y los milagros de sus discípulos.

No es de extrañar, pues, que a la inquietud del Santo por cumplir la misión divina y a su impaciencia por acercarse a sus nuevos hijos, respondiese la romana española de los que deseaban recibir la verdadera Fe.

El futuro había de superar a todas las ilusiones. Se acercaba a esta tierra de héroes aquel rayo inflamado de la fe divina, ardiente y apasionado Apóstol, héroe infatigable de la fe, que, a través de la Historia, habría de ser el más glorioso y el más esforzado de nuestros capitanes. Más no había de encontrar a su llegada la paz y la buena acogida. No en vano, las columnas de sus ídolos griegos y cartagineses habían extendido por la España blanda su superstición, que en dos siglos de dominación romana se había enraizado por sus ciudades.

Esto explica que a su presencia, y ante su ardiente palabra, que truena en las calles y en las plazas de Ilíberis, la bella ciudad granadina, al convertirse las gentes por su verbo arrebatador, los fariseos concertasen sus fuerzas eternas del mal para prenderle y para destruirle. Allí tuvo lugar, según la tradición, el primer milagro de Nuestra Señora, que, a la invocación del Santo Apóstol, le libera de la cautividad en que le tenía y aún le asiste y le conforta en sus tribulaciones por el martirio, en aquella, ciudad, de sus primeros discípulos. Primer acto de protección a España de la Santísima Madre de Dios.

Marcha hacia el Norte nuestro glorioso Apóstol, por Toledo, Zamora y Portugal, buscando, sin duda, aquellas tierras que, por haber ofrecido mayor resistencia a la absorción del pueblo romano, gozaban de mayor respeto y libertades, y donde unos rudimentos de que en un Dios

único y desconocido habían de ofrecerle protección frente a los romanos y campo fecundo para la siembra. Pueblo predestinado para el servicio de la fe, que se conmueve a la palabra evangélica, aumentando rápidamente el número de los discípulos, de cuyos nombres perdidos en el transcurso de los siglos, se conservan aún los de Capito, o Capitón, los de Anastasio, Teodoro, Torcuato, Tesifón, Segundo, Indalecio, Cecilio, Hesiquio y Eufrasio, con los que funda iglesias y dilata en Galicia su estancia, más para emprender pronto la marcha, ya que, como el rayo, su vida había de ser corta, y el Espíritu Santo, iluminándole, había de estimularle a la rapidez de sus empresas.

Recorre León, y el Norte hasta Guipúzcoa, baja a Aragón por el valle del Ebro, y a orillas de este río tiene lugar aquel acto trascendental de la visita en carne mortal de la Santísima Virgen, anuncio de la voluntad de Dios por ella, expresado en la erección del templo dedicado a su santo nombre, estableciendo así su especial patrocinio sobre nuestra Nación, a la que si Dios había otorgado en buena hora un Patrón que le ayudase en las empresas difíciles, establecía, desde, los primeros tiempos, sobre ella, el patrocinio de su Santísima Madre.

Pronto había de partir nuestro Apóstol, con un grupo de sus discípulos, camino de la muerte. Más la semilla había caído en el surco y con ella dejaba un plantel de nuevos labradores para cuidarla.

Truena en Jerusalén de nuevo su palabra, crecen y se multiplican los prodigios, arrebatando al pueblo a la conversión, y se suscita el nuevo complot que en breves días había de decapitarle, en la misma ciudad, día y hora en que había muerto por nosotros Nuestro Señor Jesucristo.

Pero era la voluntad de Dios que sus restos reposasen en las tierras que había evangelizado, y, milagrosamente guiados por la luz e inspiración Divina, sus discípulos condujeron a España los restos de su Santo Maestro. Relaciones, crónicas, bulas pontificias, antiguos breviarios, centenares de templos dedicados a su nombre, testimonios grabados en la piedra que dejaron los siglos, confirman y ratifican estos hechos.

Desde aquella hora, la suerte de España va íntimamente unida al predominio de la Fe. La introducción de la religión católica fue para España, como más tarde para los pueblos de América, el ascenso a la civilización. El templo fue el aula y el sacerdote el guía y el celador de la moral. Sin la organización religiosa, la vida de España hubiera discurrido en la obscuridad y la barbarie.

¿Qué hubiera sido de nuestra nación, a la hora del derrumbamiento del Imperio romano y de la invasión de los bárbaros, sin el auxilio poderoso de su fe católica? Sólo la organización diocesana y parroquial sobrevivió a la hecatombe y dio unidad a la nación frente a los nuevos

Invasores. Y la grandeza de esta fe acabó subiendo hasta las gradas del trono con el gran Rey Recaredo, a quien correspondió la gloria de realizar la unidad católica de nuestra Patria,

Desde que el obispo Teodomiro descubre el sepulcro, olvidado durante varios siglos, en estos mismos lugares, el cielo alumbra maravillas y prodigios que mueven a todo el orbe y se levanta esta catedral magnífica y nace esta populosa ciudad sobre la pública y firme creencia. De allí en adelante, una etapa de milagros ininterrumpidos llena de celestial esplendor y claridad divina esta basílica, traspasa la fama y la gloria hasta los últimos rincones de Europa, con noticias de portentos famosos, de maravilloso efecto para la caridad y el celo apostólico de los pueblos del Universo. Se abandonan las comodidades de las casas, y, sin tener en cuenta la lejanía de las patrias ni las dificultades ni los peligros de los caminos, caravanas humanas atraviesan nuestras fronteras para venir a postrarse en el “Humilladero”, al descubrir las torres de la Santa Basílica y pisar la tierra en que predicó el glorioso Apóstol de todas las Españas.

Peregrinos de todos los países, rubios del Norte, habitantes de lejanas tierras, a pie y descalzos, cruzaron procesionalmente el Pórtico de la Gloria, alabando al Señor en su santo Apóstol. Príncipes, soberanos, legados pontificios, santos varones, hoy canonizados, mitrados excelsos, famosos capitanes, que abandonan su gloria para depositar a los pies del Apóstol bendito su ofrenda de fe y su juramento de servirla, mientras el Apóstol derrama sobre todos ellos sus gracias, otorgando a los príncipes el acierto y prosperidad de las empresas, salud a los enfermos, consuelo a los desventurados, arrepentimiento a los pecadores y paz, conformidad y alivio a cuantos interesan su patrocinio.

Es desde entonces cuando nuestros buenos monarcas piensan, como San Ambrosio, “que no puede haber prosperidad sin religión, ni se puede mandar bien a los hombres sin obedecer bien a Dios»”, atrayendo en esta forma la bendición de Dios sobre su pueblo.

Todos nuestros reveses de la Historia han sido consecuencias de los desvíos de la fe de nuestro pueblo o de la perversión o mal obrar de sus monarcas, así como las etapas de gloria, expansión y grandeza, van unidas a las virtudes de sus jefes, de las que las de los pueblos son reflejo. Así, la perversidad de un Mauregato echó sobre España el infame y execrable tributo de las cien doncellas, del que nos libra Don Ramiro I, con su piedad y el auxilio de nuestro Santo Apóstol, en la célebre batalla de Clavijo contra Abderramán II, origen del voto a Santiago. Apariciones constantes a través de los siglos, a Recaredo y Wamba, a Don Pelayo, a los Reyes Católicos, a Hernán Cortés, a don Alfonso el Casto, a Ramiro II, a Fernando el Magno, al conde Fernán González, al Cid, a Fernando II, a Alfonso VIII, al Santo Rey Fernando, a Alfonso el Sabio, a Pedro de Aragón, a don Gonzalo Fernández de. Córdoba, a Francisco Pizarro, y a Pedro de Alvarado. Las invocaciones a Santiago

constituyeron gritos de guerra en nuestro batallar en el camino de la Fe. Donde hay un capitán español, una empresa noble y una invocación a nuestro Santo Apóstol, allí está el auxilio del evangelizador de nuestro pueblo.

Véase la historia del mundo, recórranse las tierras del universo, y se tropezarán con las empresas fabulosas de los españoles para llevar la luz del Evangelio a los más apartados lugares, empresa de titanes que no podrían comprenderse si un poder sobrenatural, si una voluntad superior, no marchase delante de la espada de nuestros capitanes.

Y, sin embargo, cuando el abandono de nuestra fe, los vientos de la Enciclopedia penetran en nuestro solar, el ateísmo internacional manda sus embajadas y hallan tolerancia sus manejos impíos y licenciosos, y en las Cortes de Cádiz se niega hasta el patronato de nuestro Santo Apóstol, patronato de origen divino, ya que fue el Espíritu Santo quien congregó a los apóstoles e inspiró el reparto de los lugares para la evangelización. Príncipes y nobles se olvidan de su fe, se despoja a la Iglesia y se reparten sus bienes, sin que sean bastante a detenerlos ni anatemas ni excomuniones, España, desangrada en luchas intestinas, pierde lo mejor y lo más florido de su Imperio, y así, lo que se conquistó y logró a fuerzas de siglos y de esfuerzos, se pierde en este otro siglo bobo y desgraciado en que la alta sociedad española dio al pueblo el ejemplo más pernicioso en impiedad, torciendo su buen natural, llevando a los ignorantes y a los incautos por el camino del error, mientras la anti-España preside lo hora de nuestras desdichas,

No en vano San Isidoro de Sevilla había pronosticado, a su muerte, a la nación española “que si se apartaba de la verdadera religión, sería oprimida; pero sí la conservaba, sería levantada su grandeza sobre las demás naciones”, lo que a través de la Historia se viene sucediendo sin interrupción.

He aquí el fundamento de toda la mística de nuestras Cruzadas. Para comprenderla hay que creer en la verdad de Dios. No faltaron en ellas las empresas difíciles y comprometidas, las duras luchas, las pugnas en determinados puntos esenciales para la victoria; pero la duda no embargó nunca nuestro ánimo; al luchar por España luchábamos por la causa de Dios que no podía abandonarnos.

Muchos han sido los hechos casuales, pero que por su dificultad, trascendencia y repetición podríamos tener por providenciales, y en que se ve la mano del buen Dios guiando nuestros destinos.

Las mayores victorias se resuelven en los días de mayores solemnidades de nuestra Santa Iglesia y en ella no está ajena la

ón valiosa de nuestro Santo Patró

cía Pablo, nos ha engendrado en Cristo por el Evangelio

¿Quién pudo dudar de ello en aquel julio de 1937, cuando siendo mi propósito reanudar personalmente la ofrenda a nuestro Santo Patrón, visitando su basílica, lo impidió la importante batalla de Brunete, en que la rotura del frente por aquel lugar ponía en peligro la situación del Ejército y la Madrid sitiada? La batalla se presentó dura y empeñada. Las brigadas comunistas internacionales apegadas a las ruinas de aquel pueblo, bajo un calor de fuego y un trepidar de muerte de ametralladora y de aviones, disputaban el terreno palmo a palmo a nuestros soldados; los numerosos carros rusos hormigueaban en aquella meseta cómo gusanos. Se mantuvo indecisa la batalla durante varios días, hasta la mañana de la fiesta, de nuestro Apóstol, cuando, después de pedir a Dios por la victoria e invocar su valiosa y eficaz intervención a las doce de aquel día hizo crisis la batalla y una victoria retunda y terminante fue la expresión más clara de la ayuda de Dios en al difícil hora.

Lo mismo que en Oviedo, cuando nuestras tropas alcanzaban la vista de la ciudad y la resistencia de sus defensores se acercaba al agotamiento, y nuestros adversarios cantaban ya la próxima, victoria, cuando tanto desesperaban, un esfuerzo más y la invocación y auxilio de nuestro Apóstol nos permitió confiar todavía en la victoria que en breves horas se lograba.

Y hasta en la batalla de la paz, en este complot que el sectarismo y la maldad organizaron contra nuestra nación, igualmente presentimos el poder de su valiosa intercesión, demostrando una vez más que poco puede la confabulación de las fuerzas del mal contra la razón y la fe en Cristo.

¿Cómo iba a ser estéril la sangre generosa de sus hijos derramada por nuestra Patria y nuestra fe? Nada más fecundo que la sangre de los mártires.

Así la de Santiago, que, como dijo San Buenaventura, “antes que los demás Apóstoles retornó a Cristo el amor que del mismo había recibido, siendo el primero que se entregó a la muerte”, dejó a España, con su blasón, el ejemplo que imitaron después, con su heroísmo, sus apóstoles en tierra extraña, derramando una vez y otra su sangre generosa por la fe, semilla evangélica de su Maestro. Así, el sacrificio de nuestros santos mártires de la Cruzada nos trajo las horas de paz y de tranquilidad que disfrutamos.

Más la persecución del comunismo ateo no azota hoy ya nuestro solar, sino a las tierras de Europa. Hoy no son las tristes doncellas de Mauregato la presa codiciada, sino otros millares de vírgenes cristianas las que en la Europa cautiva son mancilladas al paso bestial de los ejércitos invasores; millones de niños inocentes, en medio de un clima corruptor, carecen

de lo más elemental para la vida, y los apóstoles del Señor son perseguidos y encarcelados; y hasta en las tierras del Oriente Medio, y en el lugar donde la sangre del Redentor se derramó, y la de nuestro Apóstol, por la paz y la buena voluntad entre los hombres, truena el cañón y la guerra de nuevo se levanta.

Señor Santiago, padre espiritual y Patrón de las Españas: Auxilia, como nosotros, a esta Europa desdichada, que allí también corre la sangre fecunda de los mártires; confunde a sus enemigos y abre de nuevo en el “telón de acero”, el camino a Compostela de los peregrinos; vuelve la virtud del Evangelio a las costumbres, toca el corazón de tanto hijo descarriado; conmueve a los remisos; estimula a los desalentados, y si el mundo, en su locura, no puede librarse de la guerra, protege una vez más a esta querida España.” Que así sea”.

ORACIÓN DE CONSAGRACIÓN DEL CAUDILLO Y JEFE NACIONAL DEL MOVIMIENTO FRANCISCO FRANCO AL SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS, CERRO DE LOS ÁNGELES 30 DE MAYO DE 1969, AÑO XXXIII DE LA ERA DEL TRIUNFO:

“Sagrado Corazón de Jesús, Corazón del Dios-Hombre, Redentor del mundo, Rey de reyes y Señor de los que dominan.

»España, pueblo de tu herencia y de tus predilecciones, se postra hoy reverente ante este Trono de tus bondades que para Ti se alza en el centro de la Península. Todas las razas que la habitan, todas las regiones que la integran han constituido en la sucesión de los siglos y a través de comunes azares y mutuas lealtades esta gran Patria española, fuerte y constante en el amor a la religión y en su adhesión a la Santa Iglesia.

»Siguiendo la tradición católica de nuestro pueblo y continuando gozosos la historia de fe y devoción a Vuestra Divina Persona, confesamos que Vos vinisteis a la Tierra a establecer el Reino de Dios en la paz de las almas redimidas por vuestra Sangre y en la dicha de los pueblos que se rijan por vuestra santa Ley; reconocemos que tenéis por blasón de vuestra Divinidad conceder participación de vuestro poder a los gobernantes de los pueblos, y que de Vos reciben eficacia y sanción todas las leyes justas, en cuyo cumplimiento estriba el imperio del orden y de la paz. Vos sois el camino seguro que conduce a la posesión de la vida eterna; luz inextinguible que alumbra los entendimientos para que conozcan la verdad y el principio propulsor de toda vida y de todo legítimo progreso social, afianzándose en Vos y en el poderío y suavidad de vuestra gracia todas las virtudes y heroísmos que elevan y hermosean el alma.

»Venga, pues, a nosotros vuestro Santísimo Reino, que es Reino de justicia y de amor. Reinad en los corazones de los hombres, en el seno de los hogares, en la inteligencia de los sabios, en las aulas de la ciencia y de las letras y en nuestras leyes e instituciones patrias.

»Gracias, Señor, por habernos distinguido como defensores de tu fe y misioneros de tu Evangelio por los confines del mundo. Que tu Providencia amorosa nos conserve la integridad de nuestras creencias, la sed amorosa de evangelización y la unidad religiosa de nuestra Patria.

»Desde estas alturas que para Vos ha elegido España como símbolo del deseo que la anima de que presidáis todas nuestras empresas, bendecid al mundo del trabajo para que reinen en él la armonía, el bienestar y la paz, con la implantación de la justicia social y el triunfo de la caridad entre todos.

»Bendecid a los Ejércitos de Tierra, Mar y Aire, brazos armados de la Patria, para que en la lealtad de la disciplina y en el valor de sus armas sean siempre salvaguarda de la nación y defensa del Derecho.

»Bendecid a todos los españoles que, unidos en la cordialidad de unos mismos santos amores a la religión y a la Patria, queremos renovaros la consagración de nuestra vida, pidiéndoos, como premio de ella, el morir en la seguridad de vuestro amor y en el regazo de vuestro Corazón adorable

-Por la Santa Iglesia Católica, para que su unidad revele al mundo el amor de Dios, roguemos al Señor.

-Te lo pedimos, Señor.

-Por la fidelidad a los preceptos divinos en las leyes y en las costumbres públicas y privadas, roguemos al Señor.

-Te lo pedimos, Señor.

-Por la unidad religiosa de España, para que en ella reine tu Sagrado Corazón, roguemos al Señor.

-Te lo pedimos, Señor.

-Por los trabajadores españoles, cuya promoción social y económica anhelamos y procuramos, por las familias españolas, por todas las regiones españolas, roguemos al Señor.

-Te lo pedimos, Señor”.

¡¡¡POR EL RETORNO DEL REY SAGRADO!!! ¡¡¡VIVA CRISTO REY!!! ¡¡¡ARRIBA ESPAÑA SIEMPRE!!!